CAPSULAS IGNACIANAS 25

DIOS, EL BUSCADOR

Tendemos a llamar a Dios de muchas maneras. Las que hemos ido escuchando desde pequeños. Todopoderoso, todo-misericordioso, omnipotente, Padre, Madre, amor, Creador y Señor, paciente, fiel… Siendo todas ellas ciertas, pocas veces he escuchado llamar a Dios como “el buscador”. 


San Ignacio de Loyola, después de haber tenido la consolación del Cardoner, e incluso la visión de La Storta, resumió en una frase su espiritualidad: “buscar y hallar a Dios en todas las cosas”. Es decir, que después de pedir en los ejercicios espirituales el conocimiento interno de Jesús, nos atrevemos a decir, como Pedro Arrupe: “enséñame tu modo de mirar, tu manera de querer. Quiero conocerte como eres, tu imagen sobre mi me cambiará”. Pero, ¿cuál es esa manera de mirar, de querer, de ser? ¿Cómo es el Padre Dios con nosotros? Me aventuro a decir que Dios es BUSCADOR.

En el evangelio de Lucas, Jesús nos lo explica: somos la oveja perdida, que frente a las otras es buscada y hallada; somos el dracma por quien, después de encontrado, se celebra un banquete. Es un Dios que nos busca y nos encuentra en todas las cosas. Si le dejamos… y si queremos ser seguidores de Jesús, mirar como él miraba, llorar y reír como él, del mismo modo tenemos que ser buscadores como él. Por ello San Ignacio se definía como buscador de Dios, porque Dios es buscador. Y más aún, hallarlo en todas las cosas, porque no podemos cerrarnos a que Dios nos encuentre solo en un lugar, sino que puede venir a nosotros en cualquier momento, … si le dejamos.