CAPSULAS IGNACIANAS 13


¡Si me queréis, irse! Está expresión archiconocida puede ayudar a descubrir la dificultad de marchar, de no volver, de irse. Es posible sentir un gran escalofrío al pensar que nos vamos para siempre, que algo que queremos se acaba, que alcanzamos un punto de no retorno.


Algo parecido le sucedió a San Francisco Javier, quien tuvo que decir adiós a todo aquello que había conocido en pos de algo mucho más grande que él. Era la última vez que pisaba tierra europea y sabía que no volvería. Su despedida es un a Dios, reconociendo que comenzaba algo totalmente nuevo. Así escribía a su amigo San Ignacio de Loyola por última vez desde Portugal:



"Cesamos rogando a Cristo nuestro Señor nos dé gracia de vernos y juntarnos en la otra vida corporalmente, pues en ésta no sé si más nos veremos, así por la mucha distancia de Roma a la India, como por la mucha mies que allá hay sin irla a buscar a otra parte. Y quien primero fuere a la otra vida y allá no encontrara al Hermano que ama en el Señor, ruegue a Cristo nuestro Señor que a todos allá en su gloria nos junte. 

De Lisboa a 18 de marzo de 1541.
Por todos estos vuestros en el Señor dilectos,
Francisco de Xavier".